viernes, 16 de octubre de 2009

HACIA UNA DEMOCRATIZACIÓN DE LA UNIVERSIDAD Y DEL CONOCIMIENTO.

¿Qué es la democratización?, ¿para qué la democratización?, ¿para quienes es necesario democratizar la universidad?; ¿cómo democratizar la universidad?. Los interrogantes podrían seguir pero, las respuestas  tardan en llegar. Quizás porque, aun hoy, en el año  2009  sigan  tan vigente  los reclamos del Manifiesto de la reforma  Universitaria de 1918: “los dolores que nos quedan son las libertades que faltan”. Frase que hoy, en pleno siglo XXI, sigue haciendo historia.

Entonces, cabria preguntarnos: ¿qué nos falta?;  o acaso, ¿qué libertades son las que nos quitaron?. Y otra vez las preguntas podrían extenderse. Pero las respuestas van llegando de diferentes formas,  vestidas de diferentes ropajes, enmascaradas con cosméticas coloridas; favoreciendo al engaño. Por eso la democratización de la universidad es una lucha que viene caminando desde la Reforma del 18 y que hoy sigue vigente. Desde que Córdoba estallara en reclamo y protesta; en lucha y movimiento estudiantil; la universidad ha entreabierto la puerta a la clase trabajadora, de los colocados al costado del sistema, de los explotados, de los excluidos de los bienes materiales y  simbólicos. Sólo a unos pocos les ha permitido que pasen y vean. Pero no  ha garantizado que podamos  ser parte de las instituciones, que podamos  ser parte de las investigaciones, que formemos  parte de los equipos docentes, de los actos de colación. No ha podido garantizar el derecho a la educación y a la participación.

Primero fue la Reforma del ´18; luego en el mismo escenario pero, con otros protagonistas Córdoba volvió a vestir su mejor ropaje.  El de la rebeldía. La lucha volvía a ganar las calles, en el  “Cordobazo” de 1969. La lucha es de clase. Trabajadores y estudiantes reconociéndose, tomando conciencia de ellos y de los otros se encontraban en la misma vereda, en la  misma calle, en la misma lucha. En una movilización de masas. La historia mostraba que el Mayo Francés no ha sido solamente  un mes en el  calendario. Las voces se alzaban, se juntaban, se mezclaban, como allá pero, acá. El  idioma era -es-   diferente pero, la clase se reconoce más allá de las palabras.

La misma ley, también,   restringe la  participación de los estudiantes en la universidad. Los estudiantes representamos sólo un porcentaje  de lo que somos. Nuestro voto no vale lo mismo que el de un docente. Limitando la posibilidad de expresar y hacer valer sus elecciones a estudiantes que no tenga porcentajes de asignaturas aprobadas para poder elegir o ser elegidos. La ley impone y la universidad dispone. Dispone todos los mecanismos de implementación necesarios para que la letra se haga realidad, para que se ejecute la traición. La traición al derecho conquistado. Pero, sigue sonando en nuestros oídos mientras seguimos la lectura de este texto: “nuestro voto no vale lo mismo que el de un docente”; ¿por qué?; ¿para qué? Si las preguntas siguen resonando es porque los principios que fueron primero  alzados en las calles de  Córdoba; todavía hoy, son parte del reclamo y la organización estudiantil.

Es aún necesario seguir construyendo  el poder de  clase que influya efectivamente dentro de los órganos de gobiernos de la universidad. Parte de la clase que accede a la universidad  es hija de trabajadores o desocupados. Somos trabajadores,   somos desocupados.

La universidad será -es- en todo caso uno de los espacios donde la lucha, la resistencia y la rebeldía tienen que disputar espacios hacía la emancipación, hacía la transformación total. Pero, ¿que significa esto para nosotros?. Llegar a disputar  el poder dentro de la universidad, no significa únicamente ganar unas elecciones o tener un representante estudiantil dentro de los espacio de toma de decisiones de la universidad. Porque, el cambio se va construyendo mientras transitamos el mismo cambio, en movimiento. Es necesario para nosotros disputar este como otros espacios en el que el poder doblega, oprime pero entendemos que estar allí no asegura el cambio. El cambio es movimiento permanente. La organización, el trabajo  y el  alerta es permanente. Pero se hace necesario reclamar que: todo estudiante regular tenga derecho a votar y ser representante. La abolición del voto ponderado. Además de democratizar  en nuestra universidad la elección directa de los coordinadores de carrera y los directores de los centros regionales, que hasta hoy por el estatuto de la UNLu,  son propuestos a elección por el rector de la universidad.  Siendo que estos cargos son parte fundamental en la toma de decisiones, en la puesta en marcha de diferentes políticas académicas y administrativas que hacen a la vida universitaria. Por tanto es impensable que estos sean elegidos, sin la participación de los estudiantes.

Desde esta mirada de la universidad y la participación  estudiantil es que consideramos a los órganos de gobierno de la universidad, (asamblea-consejo superior-consejo departamentales-consejos asesores de los centros regionales);  posiciones en las que  dar la disputa por una educación  publica y popular al servicio de los proyectos de emancipación social. Pero la intervención en este ámbito debe ir acompañada de la necesidad de luchar por la democratización real de la universidad. Lo que significa para nosotros: Compromiso con la democratización de lo que pasa en los órganos colegiados de Gobierno. Y esto porque, la mayoría de los estudiantes desconoce la forma de funcionamiento de esos órganos de gobierno, lo que allí se trata y la incidencia que tienen estos espacios políticos en la cotidianeidad de los estudiantes.

Creemos que es un paso muy importante –y compromiso asumido – en abrir nuevos espacios de comunicación para no escindir los consejos y asamblea universitaria del conjunto de los estudiantes. No pensamos que el estudiante sea una ”base” del consejero como es la concepción de todas las listas que actualmente están en estos espacios. Por el contrario concebimos que el consejero debe ser un delegado estudiantil que es parte del colectivo y que debe llevar la voz de los estudiantes. Para ello proponemos la creación de espacios abiertos y democráticos desde se piense la política para los órganos de gobierno.

Queremos que los consejeros como parte de un proyecto político expresen la vida de los centros de estudiantes en todas las carreras y centros regionales en el gobierno de la UNLu, que lleven allí la política para empezar a discutir los problemas reales de los estudiantes, pensar soluciones y demandar a los responsables. 


 

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